Desde finales del siglo xv, la globalización temprana, con la formación de la monarquía española, la expansión imperial y el comercio colonial, abrió un contexto de oportunidades sin precedentes. Las posibilidades de enriquecimiento, de comunicación y de circulación de recursos, ideas y saberes se multiplicaron progresivamente. En esta apertura globalizadora se formaron redes sociales selectivas cuyos miembros operaban a caballo entre las comunidades locales, la corte y el imperio. Los capitales, relaciones y modelos captados en las estructuras del imperio y en la economía globalizada permitieron a determinados grupos construir hegemonías locales y ampliar sus posibilidades de dominación. Sin embargo, este proceso produjo contrastes crecientes entre minorías globalizadas y mayorías enclavadas. Benefició especialmente a los grupos mejor conectados con las nuevas fuentes de riqueza y de poder, pero también alteró los equilibrios locales, generando desigualdades y tensiones en el seno de las comunidades. Para observar esto, es necesario reducir la escala de observación. Combinando trabajos de historia social de