"Ese "dónde", que asciende desde un gran abandono, dolorosamente clamante: ¿qué busca ese preguntar? ¿Qué vislumbra el poeta al clamar? La huida de los dioses y con ella la desolación de la morada de los seres humanos, el vacío de sus obras, la vanidad de sus actos. En ese punto, la mirada, sin el apoyo de una experiencia real del archipiélago, se aventura a la Grecia sida. ¿Por qué Hölderlin no tuvo necesidad de una experiencia así? Quizá porque él veía más lejos, previendo la llegada del Dios venidero, de modo que era en el ámbito de esa previsión donde sólo lo sido adquiría su actualidad propia. ¿En modo alguno, pues, el clamor poético surgía de un mero abandono, sino de la firme esperanza, más allá de todo desamparo, en algo venidero? Algo que sólo con acercarse genera un férvido clamor. ¿Oímos todavía el clamor, nosotros, gentes de hoy? ¿Entendemos que tal escucha ha de ser ella misma una participación en él, sobre todo dentro de un mundo de seres humanos, que corre como loco al borde de la autodestrucción, cuyos manejos acallan cualquier clamor y lo empujan a lo vano?"