En la descripción de Moreau comparece un Hobbes cuya originalidad reside -a contrario de lo que usualmente se nos enseña desde las afueras de los textos- en la brecha radical que separa a la sociedad civil de la naturaleza, por la que ni el Estado, ni el soberano, ni el lenguaje político que los articula discursivamente representan, por así decirlo, una segunda naturaleza de la que haya que buscar su origen y modelo pre-político, extra-jurídico. Es más, esa brecha desautoriza la pregunta misma por el origen y el modelo, si por tales ha de entenderse una suerte de proto-sociedad anterior a la constitución de los individuos en sujetos iguales de derecho, y, con ello, desautoriza también la tentación de considerar el poder político en términos despóticos, premodernos, pero también totalitarios, cual pálido reflejo de la tiranía que en la naturaleza reina.