En esta perspectiva, Auschwitz ya no se presenta sólo como el campo de la muerte, sino como el lugar de un experimento, todavía impensado, en el que los confines entre lo humano y lo inhumano se difuminan. Sometida a la prueba de Auschwitz, la entera reflexión moral de nuestro tiempo muestra su completa insuficiencia, y lo que aparece es el perfil incierto de una nueva tierra ética: la del testimonio.