Alex decide un día no salir de su casa. A partir de entonces cuando cierra la puerta el mundo queda fuera. Acumula carnes y pescados en el congelador y entretiene sus días con elucubraciones diversas o disquisiciones ácidas sobre lo que pasa en el mundo, lo que lee en el periódico, o los prejuicios y tópicos que son recurrentes en nuestro tiempo. Aunque no lo ha hecho nunca, decide un día solicitar los servicios de una prostituta. Busca en las páginas de contactos hasta que encuentra un anuncio que le sorprende: "Soy alta, muy alta, muy alta". Al poco recibirá en su casa a una mujer gigante dos metros y siete centímetros. Si, en efecto es muy alta. A partir de ahí se iniciara una relación que vendrá a turbar su existencia tranquila y sus convicciones más arraigadas pero también le hará darse cuenta de que tiene capacidades que no imaginaba y que es capaz de explorar sus deseos de forma insólita hasta llegar a un desenlace turbador que ilumina el desarrollo de la novela y su intención secreta.