Norman Ohler regresa con una historia provocadora sobre el amanecer de la era psicodélica tras el fin de la segunda guerra mundial.Berlín, 1945. El Oficial de Control de Narcóticos Arthur J. Giuliani llega del sector estadounidense de la ciudad con la tarea de restablecer el orden en las calles de la antigua capital del Reich. Por todas partes son aún visibles las heridas abiertas por las bombas británicas, americanas y rusas, y en este paisaje desolador cada vez más gente recurre al uso de sustancias psicoactivas. Si hasta hace poco habían sido los estimulantes y los sedantes los que habían enfrentado a la sociedad con el problema de su regulación, en 1943 apareció en escena un nuevo tipo de droga, los alucinógenos, cuando el joven químico Albert Hofmann descubrió accidentalmente el LSD en los laboratorios de Sandoz en Basilea. Cinco años más tarde, el Dr. Henry Beecher, profesor de Harvard, empezó a trabajar con el gobierno estadounidense para investigar el uso que los nazis hacían primero de la mescalina y luego del LSD como "suero de la verdad". Esta investigación allanó el camino a la mayor operación de